viernes, 6 de julio de 2012

Teología del bosón de Higgs


Desde el punto de vista de los conflictos históricos entre ciencia y religión, lo más destacable del anuncio del CERN  no es tanto el descubrimiento mismo del bosón de Higgs, o al menos de una partícula consistente con un determinado modelo de la física, cuánto que el hecho de que siga describiéndosela sistemáticamente como "la partícula de Dios". Este título tan desafortunado parte de un libro divulgativo publicado en 1993 por el físico y premio nobel Leon M. Lederman y por el escritor científico Dick Teresi: The god particle. If the universe is the answer, what is the question? , y no deja de aparecer en periódicos y digitales.

Los mismos astrónomos suelen ser a menudo culpables de fomentar estas metáforas teológicas. Por ejemplo, Salman Hameed recuerda en su blog los "dedos de dios", una especie de pareidolia astronómica provocada cuando algunos racimos de galaxias lejanas parece que nos están señalando. De modo similar, se ha pretendido describir como "las huellas digitales de la Creación" a ciertas variaciones en la radiación cósmica de fondo.

Otros son todavía más explícitos subrayando sus intereses teológicos. En particular, la portada de los diarios es muy representativa. Al destacar: "No hay ninguna contradicción entre el bosón de Higgs y la teología", claramente se da a entender que lo más importante no es el descubrimiento de la partícula, sino si es o no compatible con la teología católica. En cualquier caso, el enmarcado de la noticia parece muy influido por la necesidad de escapar a la tesis del conflicto.

 Lo cierto es que no está claro si el descubrimiento de esta partícula intersecta o no con los intereses de la teología. En la medida en que el presunto descubrimiento de la partícula de Higgs pavimenta el camino hacia el conocimiento científico sobre el origen del universo, cabe recordar la advertencia de Juan Pablo II a Stephen Hawking (citado por Puente Ojea) durante un encuentro con científicos en 1981: "Nos dijo que estaba bien estudiar la evolución del universo después del Big Bang, pero que no debíamos indagar en el Big Bang mismo, porque se trataba del momento de la creación, y por tanto, de la obra de Dios". He aquí, según parece, el último de los escollos teológicos al conocimiento de la naturaleza.

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